top of page

LA DAMA DE ROBLE

LA DAMA DE ROBLE

Por: Ana Castañeda

Le pregunté a Efigenia, la enfermera, por que no me dejaban ir y ella me contestó “Tranquila que a todos los enfermos de cáncer los mandan a que se mueran en la casa”.

 

Había pasado por dos cirugías de hernia y después de la recuperación empecé con un malestar, me daba mucha fiebre, solo me paraba para ir al baño, y en un punto  me ponía de pie y las piernas se me doblaban. Sin embargo, la respuesta del médico siempre fue que eran las cirugías, que lo más probable era que la cicatriz de la hernia me estuviera cogiendo un tendón. Hasta que en un punto mi papá me vio tan mal que me dio plata para ir a un médico particular, mi esposo y yo pasábamos por una situación económica muy dura. Fui a la cita particular y la doctora Nery de una nos dijo que yo tenía algo que me estaba molestando la médula e inmediatamente me dio una carta para que me hospitalizaran. Cuando fui donde el doctor, ya iba muy maluquita, y caminaba muy despacio, él seguía insistiendo que la razón de mi problema era la cicatriz, pero igual me mando una  electromiografía, cuando fui a realizarmela tuve que ir con un caminador. El encargado de la electromiografía dijo “Ella lo que tiene es algo dentro de la médula porque le está quitando la voluntad del movimiento de los pies, no es por la otra cirugía, eso no tiene nada que ver”.

 

Entonces volví otra vez donde el médico y me mandaron una resonancia, pero cuando fui a la resonancia ya estaba inválida del todo, no podía caminar. La resonancia me la realizaron  como a las 7 de la noche,  a las 8 de la mañana el que lee las resonancias me estaba llamando para decirme que yo tenía que ir urgente, que yo estaba muy mal, que necesitaba un oncólogo. Yo ni siquiera sabía qué era un oncólogo porque a mí nunca me había pasado algo así, entonces hablé con una amiga que trabajaba en el Instituto Neurológico de Antioquia y le pregunté: “Alejandra, ¿qué estudia un oncólogo?” me dijo: “Margarita es el que estudia el cáncer” mi respuesta inmediata fue “¡Ay! yo tengo cáncer”. Sin embargo, yo nunca dije nada.

 

Ya luego de buscarme un oncólogo, el doctor no me quería hospitalizar, era un médico muy negligente el doctor Rodrigo Díaz, la primera vez simplemente me mandó la electromiografía y la segunda vez dijo que yo tenía la médula dañada, que ya no había nada que hacer por mí. Sin embargo, mi esposo se enojó, y le exigió que me tenían que dejar allá, que así fuera que yo quedara invalida, pero que él necesitaba que me sacaran eso, el médico solo decía que eso era una pérdida de tiempo que yo igual iba a quedar cuadrapléjica, pero él insistió e insistió  hasta que por fin me hospitalizaron.

 

En el momento que ya estaba en el hospital, ese médico pasaba a hacer ronda y llegaba hasta mi habitación la cual era compartida con otro paciente. El revisaba al otro y a mí no. Pasados cinco días, yo estaba paseándome por un pasillo en la silla de ruedas cuando me encontré a un señor, un médico muy bajito, muy elegante, muy lindo y me habló:

 

-Párate de esa silla.

-Ojalá me pudiera parar.

-Pero vos te ves muy bien ¿qué tienes?

-Pues al parecer tengo como un tumor en la médula

-¿Cómo así? ¿Vos en qué piesa estás?

 

Se llamaba José Arley Ardila un neurocirujano, todos los días iba y me examinaba así no hiciera ronda, hasta que cumplí doce días allá, ese día el doctor Ardila preguntó “¿Qué le ha dicho mi colega?” pues nada, conteste, ni me revisa; él todo exaltado le dijo a mi esposo que fuera donde la trabajadora social y le comentará mi caso,  él fue y la trabajadora social le dijo “vaya donde el médico Díaz y le pregunta qué piensa a hacer con ella”, cuando mi esposo fue donde el doctor Díaz su respuesta inmediata fue:

 

-¿Vos que necesitas? yo estoy muy ocupado.

-¡¿Doctor cómo así que yo que necesito?, necesito saber usted qué piensa hacer con mi esposa, la que usted internó hace doce días y ni siquiera la revisa está perdiendo tiempo, ella tiene todavía una esperancita de que se pueda mover!

-Yo no la voy a operar, dígale al doctor Ardila, a mi colega que la opere él.

 

Yo no movía nada, no me movía del abdomen para abajo. Al día siguiente cuando la trabajadora social fue a preguntar qué había pasado yo solo le decía “Por favor, yo no quiero que el doctor Díaz me opere, póngame a cualquier otro, pero que no me opere él”.

virginia-live-oak-g02b706d27_1920.jpg

Ya por la tardecita fue el doctor Ardila como de costumbre, pero esa vez me dijo “Margarita, yo tengo mucho turno en el quirófano, tengo  el quirófano copado, pero yo voy a hacer una excepción y mañana te voy a operar”, le dijo a mi esposo que le tocaba mandarme a hacer los exámenes particulares porque a esa hora ya no había laboratorio; pasó la noche y al otro día era la operación, ya estando en el quirófano el doctor  Ardila me decía:

 

-Yo la voy a operar pero usted no va quedar bien, la voy a operar como para mejorar su calidad de vida, pero no le puedo garantizar que va a caminar.

-Usted va a ver doctor que yo voy a caminar, doctor estas manitos me las va a prestar usted, pero es El Señor me va operar por medio suyo. 

 

Después de salir de la cirugía, mi esposo y el doctor Ardila decidieron mandar a hacer la biopsia del tumor por particular ya que por medio de la eps se demoraba 3 meses y particular solo 3 días, cuando mandaron a hacer la biopsia yo ya sabía que tenía cáncer, yo lo presentía, pero yo nunca dije nada.

 

Cuando ya llegó el resultado, mi esposo decía “yo quiero decirle a un doctor que la lea” pero yo le decía que esperáramos mejor a que llegara el doctor Ardila, sin embargo, él no se aguantó y fue a preguntarle a otro doctor que ya conocía mi caso, porque yo ya llevaba como 20 días allá, cuando yo menos pensé estaba por allá gritando, le daba puños a las paredes, se arrodillaba y era llorando, yo lo veía de la pieza y pensaba “¡ay! yo porque no le dije, yo porque no lo preparé”, se lo llevaron para una pieza y le dieron una aromática,  cuando se calmó fue y me dijo:

 

-¿Querés una aromática?

-No, gracias.

-El doctor Soto viene a hablar con vos.

-Tranquilo que yo ya sé, yo sé que yo tengo cáncer

Apenas abrió los ojos y me dijo:

- ¿Cómo así? ¿Usted por qué no me había dicho?

- ¿Pa qué? ¿Pa ponerlo a sufrir así? Yo sabía desde un principio, yo sabía desde que me hicieron la resonancia.

 

Cuando llegó el doctor Ardila me dijo que no me iba dejar ir para la casa, por qué a los que operaban les daban de alta a los días de recuperación, él dijo que no me iba dejar ir hasta que por lo menos me hicieran las radioterapias. Me mandaron diez radioterapias y ocho quimioterapias, las quimios son muy duras, muy bravas, yo considero  mucho a una persona que esté en quimio porque eso es horrible.

 

Cuando cumplí mes y medio de operada mi hijo iba a cumplir años, yo nunca me deprimí en todo el proceso, pero él sí, estaba muy deprimido, iba a cumplir 15 años, yo le pedí al doctor que me dejara ir para la casa el fin de semana que yo volvía el lunes, me dijo “yo te voy a dejar ir, pero el lunes te espero acá, no te van a mandar para esta misma clínica, te mandan para la otra, y te voy a dar cita de revisión para cuando cumplas los dos meses”, yo le dije que sí y me fui muy contenta.

 

Mi hijo le decía a su primito “el mejor regalo que yo pudiera recibir de cumpleaños es que mi mamá vuelva a caminar”, pero yo no sabía nada. Pasé la noche en mi casa y cuando me levanté le dije a mi esposo  “Tráigame el caminador, yo me voy a parar a caminar” y él me decía “¿Cómo así? vea que se va dañar esa cirugía” y le dije “¡TRAIGA EL CAMINADOR!”, me ayudó a parar con mucho miedo, yo le repetía  “suélteme que yo me voy a poner a caminar”  y empecé a dar pasitos ayudándome del  caminador,  él fue y les tocó la puerta a los muchachos, asombrados vieron que yo estaba caminando, de una mi sobrinito dijo muy eufórico  “¡ay! ese era el regalo que él quería”,  mi hijo entre lágrimas simplemente me dijo “no contemos nada”. Más  tarde en la reunión de cumpleaños le dieron muchos regalos pero él siempre dijo “muchas gracias, pero mi mamá me dio el mejor regalo”, todos se preguntaban qué le había comprado, sabiendo que yo no tenía plata, empezaron a preguntarle que cual era el regalo, cuando de un momento a otro salí caminando, todos quedaron asombrados y empezaron a llorar.

 

El lunes volví a la clínica, me habían mandado para el octavo piso, decían que en el octavo piso era donde llevan a los más graves y que casi siempre se morían, todos decían que yo estaba muy mal, pero yo me sentía muy bien.

Seguí el proceso con las radios y las quimio y así como caí en la silla de ruedas me fui recuperando otra vez, pase de la silla al caminador, luego con el bastón y así. Cuando llegué donde el doctor Ardila, fui con mi esposo de una  mano y con el bastón en la otra, fue tanta la impresión  de ese médico, que se paró del escritorio y abrazándome y dándome besos me decía “De qué santo te pegaste, tu fe es muy grande, porque yo no había visto el primero que con lo que te dio se parara de una silla”.

 

Con el tiempo me fui recuperando, pero recuerdo que el doctor Ardila me decía que Dios tenía un propósito muy lindo conmigo, y yo sé que sí, mi propósito fue luchar con mi papá en su momento y es luchar con mi mamá ahora que me necesita tanto, porque yo en silla de ruedas no les hubiera podido ayudar, ¿qué sería de mí? verlos así sin poder hacer nada. Todo esto pasó hace quince años y hoy en el 2020 sigo caminando, pisando fuerte y con muchas ganas de seguir viviendo.

operación orión
bottom of page